domingo, 27 de abril de 2025

La dimisión del «papa negro» como Benedicto XVI. El acontecimiento es extraordinario, porque la Compañía de Jesús es la única orden religiosa de la Iglesia en la que el superior es elegido vitalicio, como el pontífice.

La carta del padre Adolfo Nicolás , desde 2008 el 29º sucesor de San Ignacio de Loyola al frente de la Societas Jesu , está dirigida a los 17.000 jesuitas repartidos en 112 naciones del mundo. Anuncia el largo viaje al final del cual, "en los últimos meses de 2016", el Padre Nicolás presentará su renuncia a la 36ª Congregación de los Jesuitas, que será llamada a elegir un nuevo Padre General.


El acontecimiento es extraordinario, porque la Compañía de Jesús es la única orden religiosa de la Iglesia en la que el superior es elegido vitalicio, como el pontífice. 


Por eso, el Padre General de los jesuitas fue llamado popularmente el "papa negro", expresión que quedó definitivamente obsoleta cuando Jorge Mario Bergoglio , el primer jesuita de la historia, se convirtió efectivamente en Obispo de Roma .


Desde que el fundador, Ignacio de Loyola , en 1541, fue elegido "prepositus general" de la naciente Compañía de Jesús (la intuición del nombre se remonta a la famosa "visión de la Storta ", en una pequeña iglesia de la Vía Cassia , a las afueras de Roma, en noviembre de 1537), sólo dos veces había sucedido que un sucesor partiera antes de su muerte.


El primer caso fue cuando el padre Pedro Arrupe , en 1980, en un momento de tensión con la Santa Sede , presentó su renuncia a Juan Pablo II , quien la rechazó. Sin embargo, un año después, Arrupe sufrió un derrame cerebral y Wojtyla envió a un "delegado personal" suyo, quien en realidad encargó la Compañía.


Pero el verdadero precedente es el del padre Peter-Hans Kolvenbach , elegido en 1983, que decidió dimitir en 2008, a los 80 años. La misma elección que anunció el padre Nicolás , misionero en Japón durante muchos años y profesor de teología en Tokio, elegido precisamente en aquella época.


En las altas esferas de la Fraternidad no se quiere trazar paralelismos con la Iglesia universal, "son situaciones diferentes", pero, de hecho, la dimisión del "papa negro" en 2008 anticipó las motivaciones que el propio papa, Benedicto XVI , utilizó el año pasado para su propia dimisión: el "étate ingrávido" , el avance de la senilidad y la conciencia de que, para gobernar una realidad compleja, hay que tener la fuerza necesaria, incluso si se es nombrado de por vida.


Así, “pensando en los años venideros”, el padre Nicolás inició el camino que lo conducirá a su sucesión. Como jesuita, hizo un cuarto voto (además de castidad, pobreza y obediencia) de obediencia especial al pontífice y por eso informó al Papa Francisco y habló de ello con los cuatro "asistentes ad providentiam " que lo ayudan en el gobierno de la Compañía (uno de ellos es el padre Federico Lombardi ), de quienes, escribe, "obtuvo la aprobación inicial".


Por último, también consultó a los “provinciales”, los sacerdotes que dirigen las 83 provincias jesuitas en todo el mundo. La renuncia del superior, de hecho, debe ser aceptada, al menos formalmente, por la 36ª Congregación General . 


El Padre Nicolás la convocará a finales de año, hacia finales de 2016. Estos dos años servirán para completar el itinerario de discernimiento con vistas a la elección del nuevo general: en cada país, las Congregaciones Provinciales se reunirán para nombrar a los delegados y debatir los postulados, las exigencias en torno a los temas que se abordarán en la Congregación General.

 


San Ignacio Lazcano de Loyola fue en un principio un valiente militar, pero terminó convirtiéndose en un religioso español e importante líder, dedicándose siempre a servir a Dios y ayudar al prójimo más necesitado, fundando la Compañía de Jesús y siendo reconocido por basar cada momento de su vida en la fe cristiana. Al igual que San Ignacio, que  el Capitán General del Reino de Chile Don Martín Oñez de Loyola, del Hermano Don Martín Ignacio de Loyola Obispo del Río de la Plata, y de del Monseñor Dr Benito Lascano y Castillo, Don Carlos Gustavo  Lavado Ruiz y Roqué Lascano Militar Argentino, desciende de Don Lope García de Lazcano, y de Doña Sancha Yañez de Loyola.


viernes, 25 de abril de 2025

De Ignacio de Loyola a Benedicto XVI. El Papa Benedicto XVI y el P. Adolfo Nicolás, anterior Superior General de la Compañía de Jesús, tuvieron una relación de respeto y colaboración durante el pontificado de Benedicto XVI. Aunque Adolfo Nicolás era conocido por su visión de la Compañía de Jesús y su postura en temas sociales, la relación con Benedicto XVI fue caracterizada por la búsqueda de un diálogo y un entendimiento mutuo.

 «Hoy deseo animaros a vosotros y a vuestros hermanos para que prosigáis en el camino de la misión, con plena fidelidad a vuestro carisma originario, en el contexto eclesial y social propio de este inicio de milenio» (Del discurso de Benedicto XVI a los miembros de la Congregación General XXXV, el 21 de febrero de 2008)...

El 31 de julio de 1556, tal día como hoy, moría en Roma Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús. Mientras agonizaba, su fiel secretario y auténtica conciencia latente del difunto, el burgalés Juan Alfonso de Polanco, corría al Vaticano para conseguir una última bendición de Paulo IV. Cuando Polanco retornaba con ese deseado gesto papal, el Padre Maestro Ignacio ya había fallecido en presencia de los PP. Madrid y Frusio. Desde tal momento, vivido en la oscuridad de la famosas camarette todavía conservadas y rehabilitadas de manera excelente, han pasado más de quinientos años. Y todavía hoy, podemos contemplar la serenidad del rostro de aquel hombre decisivo para la Iglesia Católica de su tiempo y del tiempo futuro, en la mascarilla de ese mismo rostro que, inmediatamente, se obtuvo tras su muerte. Ignacio de Loyola había pasado al Dios que fuera su Principio y Fundamento, pero también la raíz de su Contemplación para alcanzar Amor. Y dejaba tras de sí un grupo de amigos en el Señor, que se hacían llamar compañeros de Jesús. Su cadáver reposa en la capilla mayor de la Iglesia de la Compañía en Roma, en la parte del evangelio. Todo un signo.

Este año de 2008, la celebración de su festividad tiene lugar cuando todavía ilumina el cuerpo entero de la Compañía de Jesús, la Congregación General XXXV, en la que ha sido elegido sucesor de Ignacio de Loyola, otro español, el palentino Adolfo Nicolás, y en consecuencia, también se ha renovado en profundidad el equipo de gobierno que le ayudara a determinar las futuras respuestas de los jesuitas en los próximos años a lo largo y ancho del mundo, según los Documentos emanados en la citada Congregación General. Tales textos están introducidos por la respuesta de la Compañía entera al ya célebre discurso que Benedicto XVI pronunciara ante el conjunto de los participantes en el gran evento romano, el 21 de febrero, días antes de la clausura de los trabajos congregacionales. 

Un discurso ya histórico en los anales de los jesuitas contemporáneos, y que recoge en clave papal las esperanzas y deseos del sucesor de Pedro pero también de aquel Paulo IV que le enviara su bendición al moribundo Ignacio, y que no llegó a tiempo. Misteriosa anécdota en el conjunto de tantas otras que han punteado las relaciones de la Compañía de Jesús con la Santa Sede. Y que, en general, se han interpretado con exagerada parcialidad.

Precisamente por esta razón, hemos encabezado estas líneas conmemorativas de la muerte de Ignacio y la celebración de su festividad, con unas palabras tomadas del discurso ya comentado de Benedicto XVI, el Pontífice que ha querido recuperar a los jesuitas como cercanos colaboradores suyos, tras una larga época de meditativo silencio en virtud de su adhesión inquebrantable a la sede de Pedro. Y lo que transmite el Papa teólogo y buen conocedor de la Compañía de Jesús, como demuestra el discurso en cuestión, es su deseo de que los jesuitas sean lo que Ignacio decidió que fueran, siempre en virtud de la Bula papal que constituyó a la Compañía y de sus Constituciones, en las que el fundador desarrolló el núcleo, muy bien estructurado y redactado, del conjunto de características del cuerpo eclesial que el hombre de Loyola forjó desde el seguimiento de Jesucristo más intenso pero no menos desde la vinculación más radical a su Cuerpo, que es la Iglesia Católica. Que sean lo que dicen ser. Que sean lo que la Iglesia ratificó desde sus orígenes. Que, en palabras del mismo Papa, mantengan «la plena fidelidad al carisma ignaciano».

En su momento histórico, Ignacio intuyó que ante la Reforma Luterana era necesaria una Reforma Católica. 

Está clara la razón: más que una confrontación directa y tal vez ofensiva con las nuevas fuerzas religiosas pero también políticas, era del todo urgente una conversión interior de los miembros de la Iglesia Católica, de tal forma que los argumentos esgrimidos y proclamados por Lutero no fueran objeto tanto de controversia estéril como de una renovada vida de fe, de esperanza y de amor fraterno en las personas y en la colectividad fiel a Roma. 

Desde esta óptica, la misión clave de los nuevos jesuitas fue la dirección de aquellos extraños Ejercicios Espirituales que, nacidos en la catalana Manresa, acabaron por escribirse en Roma, obra de un Ignacio ya envejecido y místico. 

Ésta fue la gran intuición ignaciana: desarrollar una misión eclesial que transformara a las personas en su núcleo más decisorio, es decir, que vivieran con radicalidad la voluntad de Dios sobre cada una de sus criaturas, más tarde salvadas y liberadas por Jesucristo. Y por esta razón, en el corazón de los Ejercicios Espirituales, si es que se realizan ignacianamente y sin perversiones, surge la urgencia del Discernimiento como instrumento teológico, espiritual y hasta psicológico para descubrir esta voluntad divina siempre perseguida. 

Tanto es así que, en el discurso citado de Benedicto XVI, la última recomendación papal, a la Compañía reunida en Congregación General, fue la necesidad que tiene la Iglesia de los Ejercicios Espirituales como «un don que el Espíritu ha hecho a la Iglesia entera».

Por ahí discurre la intuición ignaciana y además la vertebración de su actividad evangelizadora: ir a las fuentes de la realidad, de la realidad de las personas y de la realidad de las culturas, razón por la que se hace necesario estar en la frontera. 

Hoy en día, ya no se trata de fronteras geográficas, desde que la globalización es un hecho, sino de esas fronteras culturales que subyacen en sociedades y en personas hasta crear en su más íntima razón de ser esas contradicciones que caracterizan al conjunto de nuestra contemporaneidad. 

Unas fronteras que, en definitiva, se reducen a una sola: la que la secularidad rampante ha establecido entre la Razón y la Fe. En tal frontera, cual filo de la navaja cultural, Benedicto XVI solicita de los jesuitas que estén. 

Y que sean capaces de mantenerse fieles a la Iglesia precisamente cuando el temporal azote sus vidas: ser capaces de arriesgar pero también de soportar por obediente amor a la Iglesia.

El lector que lo desee puede visitar la habitación en la que murió Ignacio de Loyola un 31 de julio de 1556, y en ella hasta es posible celebrar y participar en la Eucaristía. 

Es una experiencia sobrecogedora: en ese humilde lugar, de extremada austeridad, pasó al Padre un hombre pequeño de estatura pero gigantesco en fidelidad. 

Pero sobre todo, un hijo adulto de la Santa Iglesia, a la que siempre sirvió desde una obediencia creativa. Es decir, en los riesgos de la frontera. Casi nada.

Norberto Alcover S.J.,  profesor de Comunicación en la Universidad Pontificia Comillas.


martes, 22 de abril de 2025

Ignacio Núñez de Castro SJ, desmonta la leyenda progre, según la cual no se puede ser científico si se es católico, no se debe estudiar religión en la escuela porque es nocivo



Ignacio Núñez de Castro es un sacerdote jesuíta nacido en Málaga en 1937. Es licenciado en Filosofía en 1962 por la Universidad Complutense de Madrid, en Ciencias Químicas por la Universidad de Sevilla en 1966, en Teología en 1970, Doctor en CC. Químicas en 1972 con Premio Extraordinario en la Universidad de Granada, dirigido por Federico Mayor Zaragoza. Jesuita, es desde 1981

Fue profesor adjunto y agregado de 1973-1981 en la Universidad Autónoma de Madrid hasta que llegó a Málaga como catedrático de Bioquímica y Biología Molecular en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Málaga, hasta que se jubiló en 2002. Es también colaborador activo en las reuniones de la Asociación Interdisciplinar "José Acosta" (ASINJA), Académico de Número de la Academia Malagueña de Ciencias desde 11-12-97 y Premio Maimónides de Ciencias de la Junta de Andalucía 1998.

Aparte de sus contribuciones científicas en diferentes revistas internacionales sobre el metabolismo del nitrógeno en células tumorales, ha publicado diversos artículos sobre Biofilosofía y Bioética. Ha sido además profesor invitado en la Universidad Pontificia Comillas, en el Seminario de Málaga y en otras Universidades latinoamericanas como la Javierana de Bogotá, LAUCA, la Católica de Córdoba y del Seminario de Málaga.

Aunque se jubiló , ha seguido trabajando, primero en Bioética y ahora en Historia de las Ciencias. Recientemente ha publicado el interesante libro La Quina, el Mate y el Curare. Jesuitas naturalistas de la época colonial ( Editorial Mensajero, 2021), y también está muy interesado por el diálogo Ciencia-Fe. Aparte de sus contribuciones científicas en diferentes revistas internacionales sobre el metabolismo del nitrógeno en células tumorales, ha publicado diversos artículos sobre Biofilosofía y Bioética. Ha sido además Profesor invitado en la Universidad Pontificia Comillas, en el Seminario de Málaga y en otras Universidades latinoamericanas.

Estando como estamos todavía cercanos al Día de Darwin, que ha conmemorado el pasado 12 de febrero el que habría sido su 2013 cumpleaños, vale la pena hacer mención a un artículo que publicó hace años en la Revista PROYECCIÓN de la Facultad de Teología de Granada de la Compañía de Jesús, en el que estudió la versión original de la Autobiografía de Darwin y sus cartas, llegando a la conclusión de que Darwin no fue nunca, ni quiso que le llamaran ateo y menos unbeliever; aunque al final de su vida permaneciera en un suerte de agnosticismo penoso para él.

Ignacio Núñez de Castro es otro hecho concreto más que desmonta la leyenda progre, según la cual no se puede ser científico si se es católico, no se debe estudiar religión en la escuela porque es nocivo, en la España del siglo XX no hubo científicos católicos…etc. etc. etc.



San Ignacio Lazcano de Loyola fue en un principio un valiente militar, pero terminó convirtiéndose en un religioso español e importante líder, dedicándose siempre a servir a Dios y ayudar al prójimo más necesitado, fundando la Compañía de Jesús y siendo reconocido por basar cada momento de su vida en la fe cristiana. Al igual que San Ignacio, que  el Capitán General del Reino de Chile Don Martín Oñez de Loyola, del Hermano Don Martín Ignacio de Loyola Obispo del Río de la Plata, y de del Monseñor Dr Benito Lascano y Castillo, Don Carlos Gustavo  Lavado Ruiz y Roqué Lascano Militar Argentino, desciende de Don Lope García de Lazcano, y de Doña Sancha Yañez de Loyola.


Testamento espiritual del Papa Francisco (Texto íntegro en español). SOBERANA COMPAÑÍA DE LOYOLA

 


Miserando atque Eligendo. En el Nombre de la Santísima Trinidad. Amén.

Sintiendo que se acerca el ocaso de mi vida terrena, y con viva esperanza en la Vida Eterna, deseo expresar mi voluntad testamentaria sólo en cuanto al lugar de mi sepultura.

Mi vida y mi ministerio sacerdotal y episcopal los he confiado siempre a la Madre de Nuestro Señor, María Santísima.

Por tanto, pido que mis restos mortales descansen esperando el día de la resurrección en la Basílica Papal de Santa María la Mayor.

Deseo que mi último viaje terrenal termine en este antiquísimo santuario mariano, al que acudía en oración al inicio y al final de cada Viaje Apostólico, para encomendar confiadamente mis intenciones a la Madre Inmaculada y agradecerle sus dóciles y maternales cuidados.

Pido que se prepare mi sepulcro en el nicho de la nave lateral entre la Capilla Paulina (Capilla de la Salus Populi Romani) y la Capilla Sforza de la citada Basílica Papal, como se indica en el anexo adjunto.

El sepulcro debe estar en la tierra; sencillo, sin decoración particular y con la única inscripción: Franciscus.

Los gastos para la preparación de mi entierro serán cubiertos por la suma del benefactor que he dispuesto, que será transferida a la Basílica Papal de Santa María la Mayor y para la cual he encargado las oportunas instrucciones al Arzobispo Rolandas Makrickas, Comisario Extraordinario del Capítulo Liberiano.

Que el Señor dé una merecida recompensa a quienes me han amado y seguirán rezando por mí.

El sufrimiento que se hizo presente en la última parte de mi vida lo ofrecí al Señor por la paz mundial y la fraternidad entre los pueblos.

Su Santidad, el Papa Francisco.
Santa Marta, 29 junio 2022


San Ignacio Lazcano de Loyola fue en un principio un valiente militar, pero terminó convirtiéndose en un religioso español e importante líder, dedicándose siempre a servir a Dios y ayudar al prójimo más necesitado, fundando la Compañía de Jesús y siendo reconocido por basar cada momento de su vida en la fe cristiana. Al igual que San Ignacio, que  el Capitán General del Reino de Chile Don Martín Oñez de Loyola, del Hermano Don Martín Ignacio de Loyola Obispo del Río de la Plata, y de del Monseñor Dr Benito Lascano y Castillo, Don Carlos Gustavo  Lavado Ruiz y Roqué Lascano Militar Argentino, desciende de Don Lope García de Lazcano, y de Doña Sancha Yañez de Loyola.



ORACIÓN A SAN IGNACIO DE LOYOLA para pedir protección contra el mal. Orden Militar de Caballería Ligera del Papa de San Ignacio de Loyola (Cuerpo Socorro Argentino)

MIEMBRO DE LA LEGIÓN DE PATRICIOS DESDE 3 DE AGOSTO DE 2012 S.E. EL PRIOR GENERAL DE LA ORDEN   SCOUTER     San Ignacio de Loyola fue ...