"La
imagen cristiana del hombre": tal es el título del texto inédito que Benedicto XVI autorizó a publicar tras
su muerte.
Uno de los puntos más
destacados del artículo es la crítica del Papa emérito a las corrientes
ideológicas actuales, como las que respaldan la "cultura de género" y
la manipulación de la vida en diversos laboratorios.
Según
Benedicto XVI, esas tendencias son fruto de un marxismo disfrazado de
liberalismo extremo, que ha deformado el concepto de libertad y amenaza con
socavar la esencia de lo que significa el ser humano.
Ese
texto, redactado entre Navidad y Epifanía de 2019-2020, aborda con especial
atención la crisis de identidad, la familia y el amor humano, temas que para el
Papa emérito son esenciales en la búsqueda de un futuro más coherente con la
dignidad del ser humano.
A
través de sus palabras, Joseph Ratzinger busca recalcar que una verdad sin amor
se vuelve fría, y que es en la combinación de ambos componentes donde reside la
esperanza de una sociedad más justa y humana.
El
texto fue publicado originalmente en la revista italiana del Proyecto Veritas Amoris -fundado en 2019, con la
misión de continuar el legado del Pontificio Instituto Juan Pablo II y
relacionado con estudios sobre la familia y el matrimonio-, en cumplimiento
además del deseo del Papa alemán de que se publicara únicamente después de su
muerte.
Naturaleza
y libertad
Ratzinger reflexiona sobre cómo
actualmente el hombre ya no tiene naturaleza, porque "se hace" a sí
mismo, y alude a la posibilidad de elección del género o la creación de vida
dentro de los laboratorios, por ejemplo. "Ya no existe una naturaleza
humana: es él quien decide lo que es, hombre o mujer. Es el hombre quien
produce al hombre y quien decide así el destino de un ser que ya no proviene de
las manos de un Dios creador, sino del laboratorio de invenciones humanas. La
abolición del Creador como abolición del hombre se ha convertido en la
auténtica amenaza para la fe".
Para
Benedicto XVI, "este es el gran desafío que se presenta hoy a la
Teología", y explica que el primer paso para enfrentarlo es el ejemplo de
vida de los cristianos, un testimonio que sea "más fuerte que el poder de
las negaciones que nos rodean y nos prometen una falsa libertad".
A
pesar de que se pueda pensar en un primer momento que naturaleza y libertad
puedan ser "opuestas e irreconciliables", este ensayo inédito apunta
a que "la naturaleza del hombre es pensamiento, es decir, creación, y como
tal, no es simplemente una realidad privada de espíritu". Por lo tanto,
esta naturaleza no difiere de la historia de la libertad del hombre.
Este
último legado intelectual de Benedicto XVI no sólo invita a una profunda
reflexión sobre las cuestiones más urgentes de nuestro tiempo, sino que también
deja una advertencia clara: la humanidad debe encontrar un equilibrio entre el
progreso y la preservación de su naturaleza, o correr el riesgo de perderse en
la confusión de los tiempos modernos.
* * *
"La imagen cristiana del hombre"
La atmósfera que se extendió ampliamente en
la cristiandad católica tras el Concilio Vaticano II fue concebida inicialmente
de manera unilateral como una demolición de los muros, como "derribar las
fortalezas", de tal manera que en ciertos círculos se comenzó a temer el
fin del catolicismo, o incluso a esperarlo con alegría.
La firme determinación de Pablo VI y la igualmente clara, pero alegremente
abierta, de Juan Pablo II, lograron nuevamente asegurarle a la Iglesia
-hablando humanamente- su propio espacio en la historia futura. Cuando Juan
Pablo II, quien provenía de un país dominado por el marxismo, fue elegido Papa,
algunos pensaron que un Papa proveniente de un país socialista debía ser
necesariamente un Papa socialista, y por lo tanto llevaría a cabo la
reconciliación del mundo como una "reductio ad unum" del cristianismo
y el marxismo. La insensatez de esta postura se hizo evidente rápidamente,
apenas se vio que un Papa proveniente de un mundo socialista conocía
perfectamente las injusticias de ese sistema, y fue así como pudo contribuir al
giro sorprendente que ocurrió en 1989, con el fin del gobierno marxista en
Rusia.
Sin embargo, se volvió cada vez más
evidente que el declive de los regímenes marxistas estaba lejos de haber
constituido una victoria espiritual del cristianismo. La secularización
radical, por el contrario, se revela cada vez más como la visión dominante auténtica,
privando cada vez más al cristianismo de su espacio vital.
Desde sus inicios, la modernidad comienza
con el llamado a la libertad del hombre: desde el énfasis de Lutero en la
libertad del cristiano y desde el humanismo de Erasmo de Rotterdam. Pero fue
solo en la época de trastornos históricos tras dos guerras mundiales, cuando el
marxismo y el liberalismo se extremaron dramáticamente, que surgieron dos
nuevos movimientos que llevaron la idea de libertad a un radicalismo
inimaginable hasta entonces.
De hecho, ahora se niega que el hombre,
como ser libre, esté de algún modo vinculado a una naturaleza que determine el
espacio de su libertad. El hombre ya no tiene naturaleza, sino que "se
hace" a sí mismo. Ya no existe una naturaleza humana: es él quien decide
lo que es, hombre o mujer. Es el hombre quien produce al hombre y quien decide
así el destino de un ser que ya no proviene de las manos de un Dios creador,
sino del laboratorio de invenciones humanas. La abolición del Creador como
abolición del hombre se convirtió entonces en la auténtica amenaza para la fe.
Este es el gran desafío que se presenta hoy a la teología. Y solo podrá
enfrentarlo si el ejemplo de vida de los cristianos es más fuerte que el poder
de las negaciones que nos rodean y nos prometen una falsa libertad.
La conciencia de la imposibilidad de
resolver un problema de este tamaño solo a nivel teórico no nos exime, sin
embargo, de tratar de proponer una solución al nivel del pensamiento.
Naturaleza y libertad parecen, en un primer
momento, oponerse de manera irreconciliable: sin embargo, la naturaleza del
hombre es pensamiento, es decir, es creación, y como tal, no es simplemente una
realidad privada de espíritu, sino que lleva en sí misma el "Logos".
Los Padres de la Iglesia -y en particular Atanasio de Alejandría- concibieron
la creación como coexistencia de la "sapientia" increada y la
"sapientia" creada. Aquí tocamos el misterio de Jesucristo, quien une
en sí la sabiduría creada e increada y quien, como sabiduría encarnada, nos llama
a estar juntos con Él.
Así, la naturaleza -que es dada al hombre-
ya no es distinta de la historia de la libertad del hombre y lleva en sí dos
momentos fundamentales.
Por un lado, se nos dice que el ser humano,
el hombre Adán, comenzó mal su historia desde el principio, de tal forma que el
hecho de ser humano, la humanidad de cada uno, lleva consigo un defecto
original. El "pecado original" significa que toda acción individual
está previamente inscrita en una vía errónea.
Sin embargo, a esto se añade la figura de
Jesucristo, del nuevo Adán, que pagó por adelantado la redención para todos
nosotros, ofreciendo así un nuevo comienzo en la historia. Esto significa que
la "naturaleza" del hombre está, de alguna manera, enferma, que
necesita corrección ("spoliata et vulnerata"). Esto la coloca en
oposición con el espíritu, con la libertad, tal como lo experimentamos
continuamente. Pero en términos generales, también está ya redimida. Y esto en
un doble sentido: porque en general ya se ha hecho lo suficiente por todos los
pecados y porque al mismo tiempo esta corrección siempre puede ser otorgada a
cada uno en el sacramento del perdón.
Por un lado, la historia del hombre es la
historia de faltas siempre nuevas; por otro lado, la curación siempre está
disponible. El hombre es un ser que necesita sanación, perdón. El hecho de que
este perdón exista como realidad y no solo como un bello sueño pertenece al
corazón de la imagen cristiana del hombre. Ahí es donde la doctrina de los
sacramentos encuentra su justo lugar. La necesidad del Bautismo y de la
Penitencia, de la Eucaristía y del Sacerdocio, al igual que el sacramento del
Matrimonio.
A partir de aquí, la cuestión de la imagen
cristiana del hombre puede entonces abordarse concretamente. Ante todo, es
importante la observación expresada por San Francisco de Sales: no existe
"una" imagen del hombre, sino muchas posibilidades y muchos caminos
en los cuales se presenta la imagen del hombre: de Pedro a Pablo, de Francisco
a Tomás de Aquino, del hermano Conrado al cardenal Newman, y así sucesivamente.
Donde indudablemente hay un cierto énfasis que habla en favor de una
predilección por los "pequeños".
Naturalmente, también convendría examinar
en este contexto la interacción entre la "Torá" y el Sermón de la
Montaña, sobre lo cual ya he hablado brevemente en mi libro sobre Jesús.+
GRAN ABRAZO PATRICIO
FE Y TEMPLANZA
AMDG
San Ignacio Lazcano de Loyola fue en un principio un valiente militar, pero terminó convirtiéndose en un religioso español e importante líder, dedicándose siempre a servir a Dios y ayudar al prójimo más necesitado, fundando la Compañía de Jesús y siendo reconocido por basar cada momento de su vida en la fe cristiana. Al igual que San Ignacio, que el Capitán General del Reino de Chile Don Martín Oñez de Loyola, del Hermano Don Martín Ignacio de Loyola Obispo del Río de la Plata, y de del Monseñor Dr Benito Lascano y Castillo, Don Carlos Gustavo Lavado Ruiz y Roqué Lascano Militar Argentino, desciende de Don Lope García de Lazcano, y de Doña Sancha Yañez de Loyola.