jueves, 20 de octubre de 2022

SCL Soberana Compañía de Loyola, Expulsión de los Jesuitas (1767-1768)


“Prohíbo por vía de Ley y regla general que jamás pueda volver a admitirse en todos mis Reinos en particular a ningún individuo de la Compañía ni en Cuerpo de Comunidad con ningún pretexto ni colorido que sea, ni sobre ello admitirá el mi Consejo, ni otro Tribunal, instancia alguna; antes bien, tomarán a prevención las justicias las más severas providencias contra los infractores, auxiliadores y cooperantes de semejante intento, castigándoles como perturbadores del sosiego público. […] Todo el que mantuviere correspondencia con los Jesuitas, por prohibirse general y absolutamente, será castigado a proporción de su culpa”. (Carlos III, 1767)

El 9 de septiembre de 1767 en la madrugada, el virrey Manuel Amat se encargó de capturar a los jesuitas de Lima, con un grupo de 700 soldados. Acusados estos por el gobierno de Carlos III de conspiración y de promover levantamientos. Primero intervinieron el noviciado de San Antonio Abad y la hacienda de Santa Beatriz, recluyendo a los clérigos capturados en el Colegio de San Pedro.

El 29 de octubre de 1767 los jesuitas de Lima fueron embarcados en un navío rumbo a España. Otro grupo fue embarcado el 15 de diciembre de 1767 y en enero de 1768 fueron embarcados dos grupos más de jesuitas de las provincias.

Las propiedades de los jesuitas fueron confiscados por el gobierno y se dispuso que la Junta de Temporalidades se encargara de la administración de estas.

La expulsión de los jesuitas dejó un vacío en varios aspectos de la sociedad virreinal y un déficit en el campo agrícola, lo que daría pie a una serie de levantamientos de indios y esclavos en las haciendas costeras en los siguientes años, quienes exigían el retorno de los clérigos jesuitas.

Referencia:

.- Esclavitud, economía y evangelización: las haciendas jesuitas en la América virreinal, Manuel María Marzal (2005).



 

domingo, 16 de octubre de 2022

El 16 de octubre de 1978: en el Vaticano, los cardenales católicos eligen al cardenal polaco Karol Wojtila como papa, quien toma el nombre de Juan Pablo II.

 

Juan Pablo II, ​ de nombre secular Karol Józef Wojtyła​, fue el papa 264 de la Iglesia católica y soberano de la Ciudad del Vaticano desde el 16 de octubre de 1978 hasta su muerte en 2005.​

Fue el papa 264 de la Iglesia católica y soberano de la Ciudad del Vaticano.

Fue canonizado en 2014, durante el pontificado de Francisco por lo que lo convierte en santo de la Iglesia católica.

Tras haber sido obispo auxiliar (desde 1958) y arzobispo de Cracovia (desde 1962), se convirtió en el primer papa polaco de la historia, y en el primero no italiano desde 1523. Su pontificado de casi 27 años fue el tercero más largo en la historia de la Iglesia católica, después del de san Pedro (se cree que entre 34 y 37 años, aunque su duración exacta es difícil de determinar) y el de Pío IX (31 años).

Juan Pablo II fue aclamado como uno de los líderes más influyentes del siglo xx, recordado especialmente por ser uno de los principales símbolos del anticomunismo,​ y por su lucha contra la expansión del marxismo por lugares como Iberoamérica, donde combatió al movimiento conocido como la teología de la liberación, con la ayuda de su mano derecha y a la postre sucesor, Joseph Ratzinger.

Jugó asimismo un papel decisivo para poner fin al comunismo en su Polonia natal y, finalmente, en toda Europa, así como para la mejora significativa de las relaciones de la Iglesia católica con el judaísmo, el islam, la Iglesia ortodoxa oriental, y la Comunión anglicana.

Entre los hechos más notorios de su pontificado destacó el intento de asesinato que sufrió el 13 de mayo de 1981, mientras saludaba a los fieles en la plaza de San Pedro, a manos de Mehmet Ali Ağca, quien le disparó a escasa distancia entre la multitud. Tiempo después el terrorista fue perdonado públicamente por el pontífice en persona. A este se sumó otro atentado ocurrido en Fátima en la noche del 12 al 13 de mayo de 1982 a manos del sacerdote ultraconservador Juan María Fernández Krohn, hecho que no trascendió hasta después de la muerte del pontífice.

Fue uno de los líderes mundiales más viajeros de la historia, visitó 129 países durante su pontificado. Hablaba los siguientes idiomas: italiano, francés, alemán, inglés, español, portugués, ucraniano, ruso, croata, esperanto, griego antiguo y latín, así como su idioma materno, el polaco. Como parte de su especial énfasis en la llamada universal a la santidad, beatificó a 1340 personas y canonizó a 483 santos, más que la cifra sumada de sus predecesores en los últimos cinco siglos. El 19 de diciembre de 2009, Juan Pablo II fue proclamado venerable por su sucesor, Benedicto XVI, quien posteriormente presidió la ceremonia de su beatificación el 1 de mayo de 2011 (el Domingo de la Divina Misericordia), y fue canonizado junto con el papa Juan XXIII el 27 de abril de 2014 (otra vez el Domingo de la Divina Misericordia) por el papa Francisco. 


sábado, 15 de octubre de 2022

PARA LOS "TRADICIONALSTAS" QUE CON SU CONDUCTA SECTARIA FRENTE AL PAPA FRANCISCO AVANZAN HACIA UN CISMA EN NUESTRA IGLESIA.


"...pero ahora, si se llegan a unir, fundir o combinar entre si el capitalismo liberal, comunismo y modernismo (como no es imposible), entonces se habra tocado fondo, "las profundidades de Satan", y ya estara hecha la cuna del Anticristo...

Lo que cumple es obedecer lo que manda el Papa y respetarlo en cualquier caso, como Pontífice y amarlo como persona, cuando merece ser amado. 

Los defectos y los pecados personales son pasajeros, la función social del Monarca Ecleseástico es permanente. 

Satán desapareció de allí al grito de Cristo: " Atrás, Satanás"; y quedó Pedro el Primado. 

El Papa como Papa está en lugar de Cristo; como hombre será juzgado (gravemente) por Cristo y no necesita que nosotros lo juzguemos ni que lo andemos alabando a lo bobo". 

R.P. Leonardo Castellani, comentario a Mateo, 16, 18. en Las Parábolas de Cristo, Itinerarium, 1960, pags. 206 y 207.

viernes, 14 de octubre de 2022

PARA EL QUE REINE. LA ABEJA LADRONA. Pbro. Leonardo Castellani S.J.


 

Una Abeja adolescente salió de su celdilla crisalidal y voló alegremente en la ardiente mañana de verano. 

La piqueta estaba llena de zumbidos, y ella volteo en el aire en torno suyo un momento, para fijar indeleblemente en su ojo de facetas la situación matemática de su casa. 

Y en estas, vio sobre la repisa de otra colmena un grupo de abejas alrededor de un charquito. 

! Es miel ajena, no huelas!!No huelas la miel ajena! -susurro a su lado una veterana que pasaba. !Al trabajo, a las flores de alfalfa que esta noche abrieron! 

Pero la abejita ya estaba tentada por los efluvios encantados, y en un instante llegó, bebió y volvió a su casa repleta. 

Eso lo hizo cuarenta veces aquel día y recibió muchas felicitaciones, pues inguna elaboró cera tan blanca ni tan abundante como ella, la novicia, con la miel robada. 

Pero a los dos días, la miel de la repisa se acabó, y ella estaba convertida en ladrona. 

Empezó aquel día la vida aperreada de las tales, porque a veces es cierto lo que dijo Martin Fierro que más cuesta aprender un vicio que aprender a trabajar. 

Voltear nerviosamente de las piquetas mordiendo a todo el mundo, colarse aprovechando un descuido de las guardias, pasear inquieta por panales ajenos, robar con el alma en un hilo y presta a la defensa, salir como se pueda, a veces echada a tirones y mordiscones por dos o tres enemigas, era mucho menos fácil y feliz que volar honradamente en el sol dorado del estío sobre el alfalfar en flor y entre los eucaliptos aromáticos... 

Estaba toda pelada de meterse por agujeros y rendijas y llena de arañazos y descalabraduras. 

Ni las suyas la querían. Hasta que un día llegó con una pata arrancada poniendo el grito en el ciclo y jurando que no robaría más, y que desde aquel momento se pondría a trabajar. 

-Ojala -dijo una Obrera nodriza, que estaba nutriendo con polen aguado a la cría, pero lo dudo. 

Cuando desde joven se le ha tomado el gusto a un vicio es dificilísimo destetarse. 

Con razón dijo un amigo nuestro, que nos observaba mucho y que nos quería, y tenía en su pluma el dulzor de nuestras mieles, y el alma blanca, dúctil y sabia como nuestros panales, Francisco de Sales que se llamaba, que de todos nuestros pecados, el más fácil de evitar es el primero... Y ahora salí de ahí, que estas estorbando.

Pbro. Leonardo Castellani “Camperas”


 

D Carlos Gustavo Lavado Ruíz y Roqué- Lascano 
 SOBERANA Compañía de LoyOLA
FUNDADOR 1ER "GENERAL"

sábado, 8 de octubre de 2022

DE LA DERIVA POSCONCILIAR Y LA LUCHA ARMADA AL ABANDONO DE LA TRASCENDENCIA La Iglesia, a través del espejo Monseñor Héctor Aguer repasa en esta entrevista el clima turbulento que siguió al Concilio, con la opción por los pobres, los sacerdotes que velaban las armas y su grave consecuencia para la fe. Falta hablar claro sobre este fenómeno, señala.

 


S.E.R.  Mons Aguer es el Cardenal Gran Prior de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalen en la Argentina , por mandato expreso del Vaticano.

Al contemplar la Iglesia hoy, un católico consciente de su fe puede sentir que, como Alicia, el célebre personaje creado por Lewis Carroll, atravesó un espejo y entró en un mundo en el que todo es al revés. Los signos de que este mundo está puesto de cabeza son tan numerosos como uno se proponga buscar: ya no hay evangelización; los temas del Credo y la catequesis han desaparecido; lo mismo sucede con la Redención, el pecado, la gracia, y también con el demonio y sus ardides. El arzobispo emérito de La Plata, monseñor Héctor Aguer, acaba de enumerar estas anomalías que hoy son tan frecuentes en un artículo de gran valentía. Claro que aquí no hay ningún espejo al que culpar. El pasaje al actual sinsentido fue un largo proceso, con un efecto devastador.

Desde que pasó a retiro, monseñor Aguer viene describiendo con más claridad que nunca este sinsentido que hoy nos rodea. Su tono se ha endurecido en los artículos semanales que escribe, muchos de los cuales se publican en este mismo diario. Con más libertad que antes, traza un crudo diagnóstico del calamitoso estado de la Barca de Pedro, para provecho de quienes lo leen.

Con un perfil intelectual y una irreverencia poco frecuente entre sus pares frente a la corrección política, este arzobispo que es políglota y nunca temió quedar en soledad en el Episcopado local fue un testigo privilegiado de la deriva eclesiástica de las últimas décadas.

Para analizar las raíces más inmediatas de esta crisis actual, el arzobispo emérito (Buenos Aires, 1943) citó a La Prensa en el Hogar Sacerdotal Monseñor Mariano Espinoza donde vive, en el barrio porteño de Flores. La tarde es gris y templada, rara para un invierno incipiente.

El director del hogar propone pasar a una pequeña capilla, de escasos ocho bancos de madera, iluminada por un sol ya menguante. Como lugar de conversación, cohíbe. Sobre todo, por el sagrario que está al fondo. A la izquierda, unas ventanas de vidrio partido dejan pasar la claridad que, en algún momento, cruza el ambiente como un haz de luz.

- Excelencia: usted entró al seminario en 1964. Por lo tanto, le tocó vivir ya como seminarista el clima que rodeó al Concilio Vaticano II (1962-65), con todas las expectativas de renovación que había en la época. Y luego asistió a las grandes turbulencias posconciliares. ¿Cómo fue aquello?

- Tengo algún recuerdo a propósito de eso. Yo recibía L"Osservatore Romano y ahí venía un resumen de la intervención de cada uno de los padres conciliares. Recuerdo que lo que los padres discutían en el aula nosotros después lo discutíamos en el comedor. Ese no es el mejor clima para la formación de un sacerdote. Porque además se tomaban posiciones. Con el tiempo me he formado una idea del Concilio que es varia. Pero el verdadero Concilio son los documentos. Y como decía Benedicto XVI deben ser leídos a la luz de la gran tradición de la Iglesia. No hay que exaltar este Concilio más allá de lo que corresponde. No hay que confundirlo con el posconcilio ni con el "espíritu del concilio". Este último fue funesto.

NUEVA TEOLOGIA

- En el Concilio influyó la "nouvelle theologie". ¿Qué fue?

- La expresión "nueva teología" hace referencia a la encíclica de Pío XII Humani generis. ¿Quiénes eran esos teólogos? Henri de Lubac, Yves Congar, Dominique Chenu. Sí, ellos han influido mucho. Louis Bouyer era otro. Yo tengo aprecio por Bouyer. Era calvinista. Pero era especialista en iniciación cristiana. Esa era la nueva teología. He leído el libro de Roberto De Mattei sobre el Concilio Vaticano II (Concilio Vaticano II, una historia nunca escrita) y ahora estoy leyendo el de Agostino Marchetto (El Concilio Ecuménico Vaticano II, contrapunto para la historia), que hace una suerte de síntesis de la literatura sobre el Concilio. Lo que se planteó en el Concilio fue una polarización entre la nueva teología y la Curia romana, con la teología tradicional detrás.

- ¿En qué se percibe la influencia que tuvieron esos teólogos?

- Bueno, hay que ver por ejemplo lo que fue el catecismo holandés. Ahí es donde se dio una máxima oficialización de posiciones extremas. O la revista Concilium, contra la cual después salieron publicaciones diversas en las que tuvo mucho que ver el cardenal Ratzinger.

- Me interesa retomar ese clima de ebullición en los seminarios. El resultado de eso, usted ya lo dijo en alguna oportunidad, es que pareció que todo era provisorio a partir de entonces. Fue una consecuencia ruinosa para la Iglesia, ¿no es así?

- Efectivamente. De los que se formaban en mi época muchos salieron del seminario.

- El clima de contestación dentro de la Iglesia era parejo con el clima de efervescencia que había afuera a fines de los sesenta. En ese clima surge el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo (MSTM) con la premisa de articular aquella idea de renovación conciliar con la participación política y social.

- Eso viene sobre todo de Medellín, como se conoció al documento emitido en esa ciudad por la Conferencia Episcopal Latinoamericana. Sí, algunos se politizaron. Fue tremendo ese proceso. Hubo una inspiración de izquierda, digamos. Lo del peronismo yo creo que fue "pour la gallerie". Algunos de esos sacerdotes llegaron a estar muy comprometidos con la cosa política y otros guardaban las armas en sus parroquias. Pocos. Pero a eso se llegó también. Yo viví ajeno a todo eso. Me ordené en el 72. Estuve en la parroquia de Belgrano cuatro años. Luego estuve dos años en San Telmo. Y después en San Miguel.

- Ese movimiento tercermundista fue creciendo...

- Sí, claro. Hay que decir que Buenos Aires estuvo más tranquilo. El problema eran sobre todo Córdoba y Rosario.

- Pero se ha dicho que en el 68 contaban con el apoyo tácito de obispos como Bolatti, Angelelli, Devoto, Podestá, De Nevares...

- Todos no. No sé... Bolatti de ninguna manera. Algunos obispos sí, sin dudas, estaban en esa posición. Es el caso de Angelelli. Por eso digo: Córdoba y Rosario eran los lugares más conflictivos.

INFILTRACION

- El tercermundismo terminaría confluyendo con la teología de la liberación. Más o menos para esa época, Carlos Sacheri publicaba su libro "La Iglesia clandestina" donde denunciaba precisamente la infiltración marxista dentro de la Iglesia. ¿Usted llegó a conocerlo bien a Sacheri?

- Sí. El era diez años mayor que yo. Pero lo conocí bien y también a su familia. La Iglesia clandestina tenía una información impecable. El conocía todos los contactos que tenía este grupo en Europa. Sacheri fue un foco, una luz, en un momento muy difícil. Pero para los obispos era demasiado.

- Si la recepción de ese libro no fue todo lo buena que podía haber sido seguramente será porque la infiltración en la Iglesia ya había comenzado...

- Por supuesto.

- ¿Cómo lo conoció a Sacheri?

- Ambos fuimos discípulos del padre Julio Meinvielle. Sacheri iba a sus clases los sábados a la tarde. Estudiaban más bien la doctrina social de la Iglesia. En mi caso, integraba otro grupo que iba los domingos a la mañana a estudiar teología. Veíamos la Suma Teológica en la Santa Casa de Ejercicios.

- ¿Eso fue en su época de seminarista?

- Antes de eso. Tendría 15 o 16 años. Las clases tenían un recreo en el que se comentaban las cosas de actualidad. Me acuerdo de que Meinvielle estaba contra Frondizi. El pensaba que Frondizi era la punta de lanza del comunismo en la Argentina. Yo me reía. Y él, viéndome, decía: "Aguer no cree". Yo nunca pertenecí a ningún grupo nacionalista. El estuvo con Tacuara. Después creó la Guardia Restauradora Nacionalista. Muchos de los que estaban allí eran amigos, pero nunca me interesó. He leído a todos los autores del revisionismo, me identificaba con ellos, pero no integré esos grupos. Las cuestiones ideológico-políticas nunca me interesaron. Yo iba más a lo teológico.

- ¿Cómo era Meinvielle?

- Meinvielle era un cura de pueblo. En Versalles está enterrado ahí frente a la iglesia. La iglesia la hizo él. El cardenal Copello, cuando fue, dijo: "Esto es una catedral". El creó a los scouts católicos. Creó el Ateneo Cultural de Versalles.

- Un cura de pueblo muy formado. Muy lúcido, ¿no es así?

- Sí. Era muy perspicaz. Un poco estrecho, para mi gusto, en algunas cosas. Pero le digo: esas clases de tomismo... No sé si hoy en día hay alguien que haga lo mismo que hacía Meinvielle.

- ¿Era común ese tipo de estudios en jóvenes de esa edad?

- Bueno, éramos unos cuantos muchachos. Estaba Alberto Solanet, por ejemplo. Sí, yo tenía 16 años. Y eso te marca un poco la vida. Tanto es así que yo después me he dedicado personalmente a Santo Tomás.

PARABOLA

- Usted mencionó antes la inspiración que dio Meinvielle a un grupo como Tacuara. Ahí ocurrió algo curioso. En ese grupo estaban Joe Baxter y futuros fundadores o miembros de la organización armada Montoneros. Abal Medina y Galimberti, por ejemplo. Pero se ha dicho que también Ramus, Firmenich...

- Sí.

- Habiendo empezado en Tacuara o en la Acción Católica, la parábola que siguieron esos jóvenes hasta derivar en posiciones marxistas, y en la lucha armada, es difícil de explicar. ¿Cómo lo explica usted?

- Yo creo que eso tiene que ver con el proceso mundial del posconcilio.

- A eso quería llegar. ¿Podría desarrollarlo?

- En el posconcilio estaban quienes buscaban una renovación interna de la Iglesia, pero también un acercamiento al mundo a partir de la Constitución Gaudium et Spes, por ejemplo. Eso hacía que incluso la Acción Católica estuviera muy metida en las opiniones de carácter social o político. De allí viene la deriva. Yo creo que hay que mirar en el conjunto de ese mundo posconciliar. Mencioné antes la influencia del documento de Medellín. El documento de Medellín causó conmoción: se interpretó como propiamente de izquierda. Se tomó como un instrumento político. Creo que eso tuvo mucho que ver con esto. Era nada menos que un documento de una Asamblea Episcopal Latinoamericana.

- ¿Conoció usted a Mugica?

- Lo conocí, pero sin trato con él.

- ¿Diría usted que la teología de la liberación o el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo fueron también hijos de la herejía modernista?

- Mire: el cardenal Robert Sarah, que fue hasta hace poco prefecto del Culto Divino, autor de varios libros de gran profundidad teológica, dice que, comparado con lo que vendría, el modernismo condenado por San Pío X fue un simple resfrío. Por eso yo escribí, a partir de eso, un artículo titulado "La pulmonía de la Iglesia". Porque si aquello fue un resfrío, y esto es mucho peor, tiene que ser una pulmonía.

- El Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo tuvo un crecimiento impresionante: llegó a tener unos 400 presbíteros...

- Con distinto grado de compromiso...

- Es cierto. Pero no es menos cierto que algunos hombres de la Iglesia llegaron a tomar las armas...

- Si. Yo tuve algún amigo.

- ...y otros sacerdotes, sin haber tomado las armas, ampararon a quienes lo habían hecho. Hablamos antes de Angelelli. Pero no fue el único...

- El caso de Angelelli... qué sé yo. En la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal, monseñor Bernardo Witte expuso la conclusión de que su muerte había sido un accidente. El había traído un equipo de investigadores alemanes para estudiar el caso. Witte era un hombre muy tranquilo, pero, como alemán, muy riguroso. Y la conclusión fue esa: que fue un accidente. Monseñor Plaza decía: Sí, Angelelli siempre manejó mal. Yo creo que ha sido un gran error lo de la beatificación.

- Lo cierto es que la Iglesia no habla del tercermundismo ni de los clérigos que tomaron las armas, ni de quienes fueron solidarios con la guerrilla...

- No. No habla. Yo he criticado mucho eso.

- Ahí están los palotinos. Es conocida la versión de que dieron refugio a montoneros, que guardaban material propagandístico de esa organización...

- No todos. Yo en esa época estaba en la parroquia Inmaculada Concepción, de Belgrano, la redonda. Ellos, en San Patricio. El mismo decanato. Así que los he conocido. Alfredo Kelly, que era el párroco, era un hombre que en las homilías decía disparates, pero no estaba metido en eso. Después estaba Alfredo Leaden, que era hermano del obispo, amigo mío. Pedro Duffau era un hombre muy mayor. Luego estaba Salvador Barbeito, que era estudiante. Había sido seminarista en Buenos Aires y se pasó a los palotinos. Y finalmente estaba Emilio Barletti. Yo creo que este muchacho es el que era montonero. Y por él cayeron todos. Fue algo atroz.

¿DISTANCIA?

- ¿El Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo fue objeto de una condena de parte del clero porteño reunido en asamblea?

- ¿Condena? No recuerdo. Crítica sí hubo. El Episcopado se despegó de eso, ciertamente.

- Se despegó al principio. Porque ya para 1972 monseñor Pironio rescataba la entrega y el compromiso de este movimiento.

- Bueno, no hay que olvidar que Pironio fue elegido presidente del CELAM. De ahí puede venir eso. Yo creo que él no era para nada izquierdista. Era un hombre espiritual. En todo caso era un contemporizador.

- El rescate de estas figuras se ampliaría. A Mugica ahora lo exalta la jerarquía de la Iglesia. El cardenal Poli lo trató de "mártir de los pobres".

- ¿Poli dijo eso? No me acordaba.

- Sí, en 2014, durante una misa en su homenaje. Como si hubiera seguido las ideas del Concilio, o como si hubiera dado su vida por los pobres...

- No, de ninguna manera. Ese es otro tema que da para mucho: la "Iglesia de los pobres". ¿Qué es la Iglesia de los pobres? Se lo impostó ideológicamente... La Iglesia debe hacer cristianos a los pobres. Y lo curioso es que muchos de ellos son bautizados.

- Mencionamos el gravísimo compromiso de amplios sectores católicos con el marxismo revolucionario en los setenta. ¿Falta que la Iglesia hable claro sobre eso?

- Sí. Todavía no está dicho claramente. Hay que hacerse cargo de todo. Hubo presencias cristianas tanto en el planteo izquierdista y politizado del peronismo de izquierda como en el planteo del ámbito militar.

- Sobre esto último se habla mucho. Pero de lo otro, nada. ¿Diría usted, al respecto, que falta también una revisión profunda de cómo afectó a la fe ese compromiso de la Iglesia con los movimientos revolucionarios de izquierda?

- Sin dudas. Lo que pasa es que en esos casos la fe estaba ideologizada. Y la fe es una cosa muy delicada. Porque tiene una proyección en el mundo de la cultura. Pero esta proyección puede dañarla íntimamente. Sin dudas falta. Es un error apoyarse en la fe y pretender que la fe sostenga opciones que de suyo son seculares y nada tienen que ver con la fe. Antes hablamos de monseñor Pironio. Es la dificultad de discernir correctamente en esas circunstancias. Eso ha faltado en la Iglesia. Es el fenómeno del posconcilio.

- Usted asiste a las Asambleas Plenarias del Episcopado desde 1992. ¿Cómo se produjo el corrimiento del Episcopado hacia posiciones progresistas? Porque usted había quedado solo en el último tiempo.

- Nunca me sentí mal. En las reuniones plenarias yo decía lo que tenía que decir. Hay que tener presente que los documentos de la Conferencia Episcopal son objeto de una negociación. A algunos de mis colegas yo les decía: ustedes son extremistas de centro. No quieren quedar mal con nadie y terminan quedando mal con todos. Por eso la Iglesia termina por inhibirse de hablar, de juzgar, como corresponde. ¿Cómo se llegó a posiciones progresistas así? (silencio). Mala teología. Porque si uno es teólogo en serio se da cuenta de cómo hay que discernir. Así como en la primitiva Iglesia existía el peligro de que la cultura pagana se metiera en la comunidad, en la Iglesia de nuestro siglo la cultura secular se ha metido ya en la Iglesia.

- Usted enumeró en un reciente artículo las verdades de fe que ya no se expresan. Ahora bien, no sólo es que la Iglesia no las exponga. Sino que contradice lo que antes enseñaba. Porque antes se sabía que si uno moría en pecado mortal iba al Infierno. Hoy directamente dan a entender que no hay Infierno.

- No hay infierno. Es cierto, es contradictorio. En la encíclica Pascendi, es asombroso ver cómo San Pío X se dio cuenta de todo y describió a la perfección el modernismo. Hoy la Iglesia no se da cuenta de cuál es el problema cultural y cómo entra en las filas de la Iglesia, dañando la fe de los pobres, de los simples. Es terrible.

LECTURAS

Monseñor Aguer habla relajado, lejos de la incomodidad inicial que le había causado tener que afrontar otra entrevista. Menciona que está leyendo un volumen que reúne homilías de Benedicto XVI y se refiere a su antigua biblioteca, ahora desarmada, con libros de teología, filosofía, literatura universal y poesía, un género que también dice disfrutar. "Rilke, sobre todo", aclara, para luego anticipar que tiene algo escrito sobre él que va a publicar.

Más adelante comenta, al pasar, que Paul Claudel, de quien tiene la obra completa, escribió en 1936 una oda a los mártires españoles durante la guerra civil y que tiene "una edición castellana traducida por Marechal, lindísima". También dice estar escribiendo actualmente "sobre la mariología en san francisco de Sales".

Pero su rostro se vuelve a ensombrecer un poco cuando recuerda el destino de sus libros, guardados en setenta cajas en La Plata, y que ya dispuso a quien dará en su testamento. "Traje muy pocos libros. Cuando dejé de ser arzobispo quería ir a vivir al seminario de La Plata. Si hubiera ido, los habría llevado allí. Pero mi sucesor no quiso".

Quizás el recuerdo de su testamento lo devuelve a la amargura con el periodismo que había manifestado al inicio de la charla, y parece ganado por el desánimo. "Mi necrológica ya está escrita", asegura con una mezcla de resignación y desdén. "El obispo más discutido, el ultraconservador", dice. Hace una pausa y luego agrega: "Ya está escrito. No lo va a resolver usted". El tiempo se termina. Lo están esperando para otra reunión. La capilla recupera el silencio y la soledad.  Agustín De Beitia

La Legión de Loyola. DISCERNIMIENTO DE ESPÍRITUS. La discreta caridad. Desenmascarar al enemigo que se esconde (decimotercera regla)

  S oberana   C ompañia de   L oyola «Asimismo se hace [el enemigo] como vano enamorado en querer ser secreto y no descubierto. [...] De la ...