El Cristianismo.
Jesús de Nazaret nació en Belén
(Imperio Romano), siendo hijo de María y José. Más tarde, vivió en Nazaret
“trabajando como carpintero”. Luego partió a recorrer Judea durante tres años
propagando sus ideas, llamándose a sí mismo el Mesías (Cristo en griego = el
Ungido) y el hijo y enviado de Dios, que los judíos esperaban desde los tiempos
de la conquista babilónica para recuperar su independencia. Doce discípulos,
los “apóstoles”, lo acompañaron durante ese tiempo y predicaron sus enseñanzas.
Las ideas de Jesús molestaron tanto a las autoridades romanas como a las
judías, quienes lo acusaron de conspirar contra Roma y, en la pascua del año
33, lo condenaron a morir crucificado, es decir, “clavado a una cruz de
madera”.
Las enseñanzas de Jesús implicaban
una verdadera revolución. Decía que todos los hombres son iguales ante Dios y
que la salvación no dependía de la fortuna o de la práctica de ritos o
ceremonias, sino de la fe y las buenas acciones de los individuos. Proponía la
caridad y el amor al prójimo como normas de vida con relación a todos los seres
humanos, incluso a los enemigos. La recompensa a los sufrimientos de este mundo
estará en la otra vida, en el cielo al que se accederá tras el juicio final.
Negaba el egoísmo, la hipocresía y la vanidad. Le quitaba el carácter divino al
emperador al decir: «Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios».
Además, el Cristianismo venía a
proponer una esperanza de cambio y salvación para los más pobres y olvidados
“en una época de cruel explotación y desesperanza”. Jesús y sus seguidores
predicaban sobre todo con el ejemplo, llevando una vida sana y solidaria,
rechazando la riqueza y el poder y entregando sus vidas por defender sus ideas.
La coherencia entre la palabra y la acción le valió la adhesión de mucha gente
primero en Palestina y luego en todo el Imperio Romano.
Los discípulos de Jesús afirmaron que
tras su muerte había resucitado y ascendido al cielo. Este hecho confirmaba
para ellos el origen divino de Jesús. Estos primeros cristianos se organizaron
en comunidades que carecían de jerarquías y donde todo se compartía. La ayuda
mutua era la base de la vida en estas comunidades, a las que se accedía tras el
bautismo. El nuevo miembro se incorporaba a la Iglesia (en griego ekklesía =
asamblea) y se dedicaba a predicar las enseñanzas de Jesús.
El libro sagrado del Cristianismo es
la “Biblia”, que está dividida en dos partes: Antiguo Testamento y Nuevo Testamento.
El “Antiguo Testamento” relata los acontecimientos ocurridos antes del
nacimiento de Jesús de Nazaret, mientras que el “Nuevo Testamento” se refiere a
los hechos a partir de su nacimiento, allí están los llamados “evangelios”.
La actitud de los cristianos, que se
negaban a participar en las ceremonias oficiales en las que se adoraban al
emperador como un dios y se le juraba fidelidad, fue condenada por las
autoridades romanas que lanzaron feroces “persecuciones” en su contra. Los
muertos que dejaron esas persecuciones se convirtieron en los primeros
“mártires” del Cristianismo. Muchos de ellos fueron enterrados en redes de
pasillos subterráneos que se extendían bajo la ciudad de Roma y sus afueras,
denominadas “catacumbas”.
El emperador Constantino advirtió la
importancia que había adquirido el Cristianismo, cuyos creyentes se
multiplicaban a pesar de las persecuciones. Por eso decidió que era más
prudente incorporar a los cristianos al orden social. Con ese propósito, en el
año 313, promulgó el “Edicto de Milán”, que permitió a los cristianos predicar
libremente su religión en el Imperio, levantar edificios para realizar sus
ceremonias y ocupar cargos públicos.
Más tarde, en el 391, el emperador
Teodosio sancionó el “Edicto de Tesalónica”, que proclamó al Cristianismo como
religión oficial del Imperio Romano y prohibió el paganismo. Así, Roma se
convirtió en la capital de un culto monoteísta (un solo dios), siendo la
residencia del jefe de la Iglesia cristiana, denominado “Sumo Pontífice”.
Prof. Damián D.
Reggiardo Castro.