viernes, 12 de abril de 2024

En la marcha de San Ignacio que recordábamos hay una línea que dice: "LA LEGIÓN DE LOYOLA CON FIEL CORAZÓN, SIN TEMOR ENARBOLA LA CRUZ POR PENDÓN".

 Soberana Compañia de Loyola


En la marcha de San Ignacio que recordábamos hay una línea que dice: "La Legión de Loyola con fiel corazón, sin temor enarbola la cruz por pendón"

Sí, la cruz del Evangelio la tuvieron que acarrear en sus distintas migraciones no buscadas de un país a otro. 

El hecho de que Monseñor Telésforo Paul, (1875-1885) llegara a Panamá, junto con sus cohermano jesuita, padre Roberto Pozo, no fue por designación superior. 

Venían de comer el pan del destierro. Habían sido expulsados de Colombia desde que comenzaron sus estudios cuando en 1860 el general José H. López arremetió contra las comunidades religiosas. 

Luego de prestar servicios en Guatemala, pasaron a El Salvador y echados por el general Santiago González, liberal, en 1871. 

De allí a Nicaragua y luego a Panamá rumbo a Colombia. Y en ese paréntesis, fue creado Obispo de Panamá, el segundo obispo jesuita de los tres que figuran en el Episcopologio de Panamá. 

Los otros dos fueron en 1594, Don Pedro de Rivera, S.J. y Francisco Javier Junguito, 1900-1910. Pedro de Rivera, colegial del convento de Santa María de Jesús de Sevilla y Dean de la Iglesia Arzobispal de Santo Domingo, no pudo llegar a ejercer su ministerio pastoral en Panamá, porque murió en Cartagena, cuando venía a tomar posesión de su Diócesis. 

El Rey, sin embargo, le hizo la merced de las dos terceras partes de la vacante, aún después de su muerte, para satisfacer las deudas de su viaje.

Con esto damos el brinco al siglo XX y lo iniciamos con Don Francisco Javier Junguito, Monseñor Alejandro Peralta (1886-1899), quien sucedió a Monseñor Telésforo Paul que había sido ascendido a la sede de Bogotá. 

Tanto Monseñor Paul, como los monseñores Peralta y Junguito eran colombianos y aventajados intelectuales y su celo apostólico.

Volviendo a Junguito, de familia distinguida, educación exquisita. Y ante todas las facilidades que le ofrecía la vida, optó por la vocación de seguir a Jesús en su Compañía, abandonando los halagos del siglo. 

Una vez ingresado en las filas de Ignacio, estalló en 1861 la persecución contra esta comunidad por el General Tomás Cipriano Mosquera, presidente de Colombia. 

Fue a dar a Guatemala, donde hizo los estudios religiosos que fueron interrumpidos por la persecución contra la Compañía, y los concluyó en Nicaragua donde fue ordenado sacerdote; y parece increíble, nuevamente tuvo que salir por la persecución del general Zavala. 

Expulsado de Nicaragua, vino a Panamá a esperar otros destinos. Por orden superior, quedó el padre Junguito en Panamá y pronto se entregó a las obras apostólicas que ya llevaban los de la Compañía, la Conferencia de San Vicente, las Hijas de María, enseñaba moral en el seminario regentado por los jesuitas y filosofía en el recién fundado Colegio Balboa, instructor eclesiástico del ejército y la asistencia al Hospital Santo Tomás y la cárcel. Durante 15 años se ganó el aprecio de la comunidad panameña.

Un hecho inesperado intra eclesial, muy típico, enturbió la acción de los jesuitas. Por disgustos de jurisdicción sobre el templo de San Francisco que ellos tuvieron a su servicio durante un cuarto de siglo, pues el Ilustrísimo Señor Peralta se inclinó a favor de los Padres Escolapios, dueño del resto del convento (Instituto Bolívar), renunciaron a su ministerio de Panamá y abandonaron el Istmo el 31 de marzo de 1896, para evitar la fricción religiosa, rumbo a Cartagena.

Monseñor Mega añade "Vacante la silla episcopal con la defunción de Monseñor Peralta" que murió de pulmonía el 8 de julio de 1899, a los 52 años, luego de un breve interregno, "todo Panamá elevó a la Curia Romana reiteradas peticiones que el gobierno de Bogotá apoyó para que el Santo Padre confiriese la mitra y el báculo de la diócesis panameña, al ausente Padre Junguito. 

El sabio Pontífice León XIII se dignó escuchar el ruego de los feligreses panameños ya al efecto en el Consistorio del 15 de abril de 1901, hizo preconizar al virtuoso sacerdote como sucesor del Obispo Peralta. 

Mas un obstáculo se presentó: la resistencia a aceptar la alta dignidad con el apoyo de superiores de la Compañía de Roma, quienes se opusieron a la designación de un jesuita para la Mitra. Ante la determinación del Pontífice, el agraciado tuvo que someterse a la exaltación por "santa obediencia". Así, el primer obispo de la nueva república y del siglo XX, fue un jesuita. Y por ahora, el último.

Así vemos que no podemos desvincular, nadie lo ha intentado, de ese momento pivotal de la historia de la "nueva nación", como canta la letra de nuestro himno nacional, de su separación de la Nueva Granada, a la Compañía de Jesús. A pesar de ser bogotano, favoreció los hechos que nos llevan a declararnos Estado independiente.

Nos contaba con pesar el panameño Nicanor Ramos que gran parte de la correspondencia de la época Junguito - hechos de la separación-, fueron a dar a las aguas saladas de la Bahía, en uno de esos involuntarios accidentes que ocurren en una de tantas mudanzas de muebles y libros y documentos de la comunidad de religiosos jesuitas de esa época.

Hoy que se desempolvan documentos sobre qué fue lo que pasó, cómo pasó, quiénes fueron los verdaderos protagonistas y cómo influyó o no Wall Street, mucho hubieran ayudado, para una cosa y la otra, las informaciones contenidas en esa correspondencia perdida, lo cual nos invita a crear en nosotros el hábito de no echar al mar ni a la basura lo que escribe, opina, y propone el panameño, ya que constantemente surgen los inocentes audaces ahítos de protagonismo que erigen como autoridades de asuntos que nos interesan a todos y de los cuales tales autoridades no tienen ni la más remota conexión.

La Iglesia católica en Monseñor Junguito y en él, los Padres Jesuitas, estuvieron presentes en ese hecho histórico, cuyo centenario tratamos de celebrar reconociendo acada uno lo que le corresponde.
(ariyan@sinfo.net)

 GENERAL SOBERANA COMPAÑÍA DE LOYOLA
FUNDADOR DE LA ORDEN DE CABALLERÍA


San Ignacio de Loyola fue en un principio un valiente militar, pero terminó convirtiéndose en un religioso español e importante líder, dedicándose siempre a servir a Dios y ayudar al prójimo más necesitado, fundando la Compañía de Jesús y siendo reconocido por basar cada momento de su vida en la fe cristiana. Al igual que San Ignacio, que  el Capitán General del Reino de Chile Don Martín Oñez de Loyola, del Hermano Don Martín Ignacio de Loyola Obispo del Río de la Plata, y de del Monseñor Dr Benito Lascano y Castillo, Don Carlos Gustavo  Lavado Ruiz y Roqué Lascano Militar Argentino, desciende de Don Lope García de Lazcano, y de Doña Sancha Yañez de Loyola.

ordendeloyola@gmail.com

La Legión de Loyola. Nombramiento de S.E. Dr. Don JORGE LUIS BURGOS, habiéndosele otorgado la venera de la Soberana Compañía de Loyola y del Cuerpo Socorro Argentino

L a  L egión de  L oyola (CHRISTIFIDELIS LAICI,58)    PRIMER OFICIAL DE COMUNICACIONES DE LA GENDARMERÍA NACIONAL   ARGENTINA   DIPLOMADO EN...