domingo, 13 de abril de 2025

KENOSIS, la palabra griega que define esta imagen (cf. Flp 2,1-13)

  


La celebración del Domingo de Ramos es un momento clave en el calendario litúrgico cristiano que nos invita a meditar sobre la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. 

Montado sobre un burro, como lo anunció la profecía de Zacarías, Jesús renunció a las expectativas de un rey poderoso y se presentó como un Salvador humilde y manso. 

Esta escena, símbolo de paz y humildad, contrasta profundamente con los estándares de grandeza establecidos por la sociedad y nos conduce a una reflexión profunda sobre la verdadera esencia del poder y del liderazgo.

Recientemente, el mundo fue tocado por un gesto significativo del Papa Francisco al entrar en la Basílica de San Pedro. 

Despojado de toda pompa y de los signos externos de poder que suelen acompañar su cargo, el Papa apareció en silla de ruedas, mostrando su fragilidad y su humanidad. 

Este acto de kenosis —término griego que significa “vaciamiento de sí mismo”— evoca el mensaje contenido en la Carta de san Pablo a los Filipenses, capítulo 2, donde se nos enseña que, siendo Dios, Jesús no se aferró a su condición divina, sino que se hizo siervo. Esta identificación con la vulnerabilidad humana resuena profundamente con la manera en que Jesús entró en Jerusalén, desafiando las nociones convencionales de poder y grandeza.

La imagen del Papa Francisco, al igual que la entrada de Jesús en Jerusalén, nos lleva a un examen de conciencia. 

Para muchos, esta representación puede resultar incómoda, pues pone en crisis la idea de que el liderazgo debe ser glorioso, seguro de sí mismo y revestido de poder. 

Sin embargo, esa incomodidad revela una urgencia: necesitamos comprender verdaderamente el mensaje del Evangelio, que no exalta la fuerza bruta ni el dominio, sino que glorifica la compasión, la humildad y el amor.

La elección del burro por parte de Jesús es profundamente simbólica y radical. 

En un mundo que valora el estatus y las apariencias, entrar como un siervo humilde revela que el verdadero poder reside en la capacidad de amar y servir a los demás. 

El Papa Francisco, al mostrarse vulnerable, nos invita a replantear nuestras nociones de autoridad y dignidad.

Nos recuerda que, en la fragilidad, podemos encontrar una conexión más auténtica con quienes sufren y con los marginados de nuestra sociedad.

En tiempos marcados por el egoísmo y la búsqueda del poder, tanto la entrada de Jesús en Jerusalén como la actitud del Papa Francisco nos llaman a revisar nuestras prioridades. La verdadera grandeza, según el Evangelio, se encuentra en la humildad y en la disponibilidad para servir. 

El mundo necesita líderes que inspiren con el ejemplo del amor y del cuidado, no con el miedo ni la opresión.

Así, al celebrar el Domingo de Ramos, somos llamados a reflexionar sobre el mensaje que queremos encarnar y transmitir. Podemos optar por la humildad y la empatía, o seguir atrapados en las trampas del orgullo y la vanagloria. 

La decisión es nuestra, pero la inspiración proviene de aquel que, en su último caminar terreno, nos mostró el camino a través de la sencillez y del amor incondicional.

P. Roberto Carlos Queiroz Moura

Coordinador de Pastoral Arquidiocesano

Arquidiócesis de São Paulo

 

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