
Soy chozno del
Tcnl de Artillería D José María Rojas Argerich,
Soldado del Regimiento de Patricios
en las dos Invasiones Inglesas, y
Guerrero de la Independencia
Jefe del Parque Militar, el ahora R 1 de Artillería
“Brigadier General Tomás Iriarte”Unidad Decana del Arma.
Escolta del Ministro de Defensa
LA ANTROPOLOGÍA DE HILDEGARDA DE BINGEN EN LA REFLEXIÓN DE BENEDICTO XVI
"La antropología de Hildegarda parte
de la página bíblica de la creación del hombre (Gn 1, 26), hecho a imagen y semejanza de Dios. El hombre, según la cosmología hildegardiana fundada en la Biblia, encierra todos los elementos del mundo porque el universo entero se resume en él, que está formado de la materia misma de la creación. Por ello él puede conscientemente entrar en relación con Dios. Esto sucede no por una visión directa, sino, siguiendo la célebre expresión paulina, «como en un espejo» (1 Co 13, 12). La imagen divina en el hombre consiste en su racionalidad, estructurada en intelecto y voluntad. Gracias al intelecto el hombre es capaz de distinguir el bien y el mal; gracias a la voluntad está impulsado a la acción...
Para poder alcanzar este objetivo, el Señor ha dado los sacramentos a su Iglesia. La salvación y la perfección del hombre, de hecho, no se realizan sólo mediante un esfuerzo de la voluntad, sino a través de los dones de la gracia que Dios concede en la Iglesia.
La Iglesia misma es el primer sacramento que Dios sitúa en el mundo para que comunique a los hombres la salvación. Ella, que es la «construcción de las almas vivientes», puede ser justamente considerada como virgen, esposa y madre, y así está estrechamente asimilada a la figura histórica y mística de la Madre de Dios. La Iglesia comunica la salvación ante todo custodiando y anunciando los dos grandes misterios de la Trinidad y de la Encarnación, que son como los dos «sacramentos primarios»; después mediante la administración de los otros sacramentos. El vértice de la sacramentalidad de la Iglesia es la Eucaristía. Los sacramentos producen la santificación de los creyentes, la salvación y la purificación de los pecados, la redención, la caridad y todas las demás virtudes. Pero, de nuevo, la Iglesia vive porque Dios en ella manifiesta su amor intratrinitario, que se ha revelado en Cristo. El Señor Jesús es el mediador por excelencia. Del seno trinitario él va al encuentro del hombre y del seno de María él va al encuentro con Dios: como Hijo de Dios es el amor encarnado; como Hijo de María es el representante de la humanidad ante el trono de Dios..." (Carta Apostólica "Ad perpetuam rei memoriam")