Encuentros con la Palabra
Domingo XIX del Tiempo
Ordinario – Ciclo C (Lucas 12, 32-48) – 7 de agosto de 2022
“Dichosos ellos, si los encuentra despiertos aunque llegue a la medianoche”
Hablando de lo que es la iluminación,
Anthony de Mello dice lo siguiente: “Es como un vagabundo de Londres que se
estaba acomodando para pasar la noche. A duras penas había conseguido un pedazo
de pan para comer. Entonces llegó a un malecón junto al río Támesis. Estaba
lloviznando, y se envolvió en su viejo abrigo. Ya iba a dormirse cuando de
repente se acercó un Rolls-Royce manejado por un conductor. Una hermosa joven
descendió del automóvil y le dijo: – Mi pobre hombre, ¿va a pasar la noche en
este malecón? – Sí, le contestó el vagabundo. – No lo permitiré, le dijo ella.
– Usted se viene conmigo a mi casa y va a pasar la noche cómodamente y a tomar
una buena cena. La joven insistió en que subiera al automóvil. De modo que
salieron de Londres y llegaron a un lugar en donde ella tenía una gran mansión
con amplios jardines. Los recibió el mayordomo, a quien la joven le dijo:
“Jaime, cerciórese de que a este hombre lo lleven a las habitaciones de los
sirvientes y lo traten bien”. Y Jaime obró como le dijo ella. La joven se había
preparado para dormir y estaba a punto de acostarse cuando recordó a su
huésped. Entonces se puso algo encima y fue hasta las habitaciones de los
sirvientes. Vio una rendija de luz en la habitación en la que acomodaron al
vagabundo. Llamó suavemente a la puerta, la cual abrió, y encontró al hombre
despierto. Le dijo: – ¿Qué sucede, buen hombre, no le dieron una buena cena? –
Nunca había comido tan bien en mi vida, señora, le contestó el vagabundo. –
¿Está usted bien caliente? – Sí, la cama es hermosa y está tibia. – Tal vez
usted necesita compañía, le dice ella. – Córrase un poquito. Se le acercó, y él
se movió hacia un lado, y cayó directo al Támesis...
Eso es la iluminación. Estar
despiertos. Vivimos muchas veces sumidos en nuestros sueños y olvidamos la
bella y cruda realidad. Quisiéramos que las cosas fueran distintas, que los
problemas no existieran, que los conflictos se resolvieran de una vez y para
siempre. Pero este tipo de vida hace que no seamos capaces de reconocer el paso
de Dios por nuestras vidas. Por esto hay que mantenerse despiertos. Esto es lo
que quería decir el Señor cuando le dice a sus discípulos: “Sean como criados
que están esperando a que su amo regrese de un banquete de bodas, preparados y
con las lámparas encendidas, listos para abrirle la puerta tan pronto como
llegue y toque. Dichosos los criados a quienes su amo, al llegar, encuentre
despiertos. Les aseguro que el amo mismo los hará sentarse a la mesa y se
dispondrá a servirles la comida. Dichosos ellos, si los encuentra despiertos,
aunque llegue a la medianoche o de madrugada”.
No sabemos ni el día ni la hora. Con
frecuencia el Señor nos sorprende. “Si el dueño de una casa supiera a qué hora
va a llegar el ladrón, no dejaría que nadie se metiera en su casa a robar.
Ustedes también estén preparados; porque el Hijo del hombre vendrá cuando menos
lo esperan”. El Señor nos invita a estar preparados para saber descubrir las
señales de su presencia que todos los días nos rayan la pupila de tanto
mirarlas. Y todavía preguntamos, ¿dónde está el Señor? ¿cómo descubrirlo? ¿cómo
sentir su presencia? Por estar soñando, no vemos lo evidente. No reconocemos la
presencia de Dios que está siempre trabajando en medio de nuestra realidad y
pidiendo nuestra colaboración. Pidamos al Señor que nos regale la gracia de
permanecer despiertos, que no vivamos anestesiados y adormilados ante la vida.
No sea que nos suceda lo que le sucedió al mendigo que, por estar cómodamente
viviendo en nuestros sueños, caigamos directamente al Támesis...