jueves, 4 de agosto de 2022

El primer legado ignaciano consiste en una espiritualidad del cuidado. Este cuidado orienta todos los sentidos. SOBERANA COMPAÑÍA DE LOYOLA S.C.L.

Estamos en el final de los Aniversarios Ignacianos de más de un año. Durante algo más de un año, desde mayo de 2021, hemos podido volver sobre la vida de San Ignacio de Loyola, para dar gracias y re-conocer con más profundidad un itinerario personal que ha ayudado y ayuda como paradigma personal de transformación, de cambio y de renovación. En Ignacio, desde diferentes perspectivas, recogemos un legado tanto los jesuitas como cualquier persona que se acerque a conocer su espiritualidad. Es un legado que implica dos movimientos: el cuidado y el pensamiento.

El primer legado ignaciano consiste en una espiritualidad del cuidado. Este cuidado orienta todos los sentidos, toda la actividad humana con sus potencialidades y toda su libertad hacia uno mismo, hacia Dios, hacia los demás y hacia el mundo, de forma integradora. Nos evita estar partidos o dispersos. En cada paso de la obra de Ignacio pretende repasar el día con el corazón (el Examen), contemplar interiormente a Dios (Principio y fundamento y Contemplación para alcanzar amor), caminar entrañablemente con y para los demás (el Reino con el llamamiento de Jesús y Encarnación entre tantas personas) y aceptar y hacer revivir al mundo desde sus entrañas dolorosas y sorprendentes (Cruz y Resurrección). Visto de esta manera, el itinerario de Ignacio es cuidado por Dios, por la propia vida, por la de otros y por el mundo creado. Un cuidado que toca el afecto y que moviliza hacia lo mejor de cada uno. Y un don que engendra vida y consuelo para este mundo inseguro que vivimos.


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