«Cuando la persona que se ejercita aún no halla lo que desea, así como lágrimas, consolaciones, etc., muchas veces aprovecha hacer mudanza en el comer, en el dormir y en otros modos de hacer penitencia; de manera que nos mudemos, haciendo dos o tres días penitencia, y otros dos o tres no.
Porque a algunos conviene hacer más penitencia, y a otros menos.
Y también porque muchas veces dejamos de hacer penitencia por el amor sensual y por juicio erróneo, que el subyecto humano no podrá tolerar sin notable enfermedad.
Y algunas veces, por el contrario, hacemos demasiado, pensando que el cuerpo pueda tolerar.
Y como Dios nuestro Señor en infinito
conoce mejor nuestra natura, muchas veces en las tales mudanzas da a sentir a
cada uno lo que le conviene» (EE 89).
San Ignacio de Loyola